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Al_andar

Max Beerbohm

Max Beerbohm El duque no intentaba romper el silencio glacial en el que Zuleika caminaba. Su enojo era un lujo para él, pues pronto iba a ser disipado. Al cabo de un momento, ella misma se acusaría de su mezquindad. Allí estaba él, que iba a morir por ella; y allí estaba ella, culpándole de su falta de modales. Decididamente, el esclavo empuñaba el látigo. Le lanzó una mirada oblicua y no pudo reprimir una sonrisa. Después sus facciones recobraron la compostura. El Triunfo de la Muerte no debía ser tratado a la ligera. Quería morir porque de ese modo consumaría conmovedoramente su amor, lo expresaría de manera total, de una vez y para siempre... Y ella... ¿cómo saber si, por lo que él habría hecho, llegaría ilógicamente a amarlo? Quizá pasaría la vida llorándole. La veía inclinada sobre su tumba, en bellas actitudes humildes, bajo un cielo sin estrellas, regando las violetas con sus lágrimas.
¡Sombras de Novalis , de Friedrich Schlegel y de tantos otros despreciables divagadores! No les hizo caso. Debía ser práctico. La cuestión era: ¿cuándo y cómo morir? El momento: cuanto antes mejor. La manera: menos fácil de decidir. No debía morir de un modo horrible, no sin dignidad. ¿A la manera de los filósofos romanos? Imposible.


Fragmento de la novela Zuleika Dobson , de Max Beerbohm , fallecido el 20 de mayo de 1956
El 20 de mayo de 1799 nacía Honoré de Balzac
El 20 de mayo de 1806 nacía John Stuart Mill
El 20 de mayo de 2004 en Al_Andar...
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