Stephen Crane
Una de las peculiares desventajas que ofrece el mar está en el hecho de que, luego de haber logrado pasar una ola, se descubre que hay otra detrás, tan importante como la anterior y que posee la misma impaciencia nerviosa por hacer algo eficaz con relación a las embarcaciones a punto de naufragar. En un bote de diez pies se puede obtener, en lo tocante a las olas, una idea de los recursos del mar que no es asequible a la experiencia común, ya que ésta nunca se halla en el mar dentro de un bote. En el momento de aproximarse, cada una de las murallas de pizarra ocultaba el resto a la mirada de los cuatro hombres de la embarcación, y no resultaba difícil imaginar que esa ola en especial representaba la erupción decisiva del océano, el último esfuerzo de las aguas inflexibles. Había algo de tremendo en el garbo con que avanzaban las olas y éstas iban surgiendo en silencio, salvo el bramido de las crestas.
A la luz pálida, los rostros de los hombres deben haber estado grises; sus ojos brillado en forma extraña mientras miraban, continua y fijamente, en dirección a popa. Visto desde un balcón, todo el espectáculo hubiera resultado, sin duda, maravillosamente pintoresco. Pero a los hombres del bote les faltaba tiempo para comprenderlo y, de haberlo tenido, otras cosas hubiesen ocupado sus mentes.
Allá arriba, el sol giraba progresivamente en el cielo, y ellos sabían que era pleno día porque el color de pizarra del oleaje se había transformado en un verde esmeralda abigarrado con luces de ámbar, y la espuma era como un torbellino de nieve. El proceso del amanecer les era desconocido. Sólo se enteraban de este hecho a través del color de las olas que se precipitaban hacia ellos.
Fragmento del relato El bote abierto , de Stephen Crane , fallecido el 5 de junio de 1900.
A la luz pálida, los rostros de los hombres deben haber estado grises; sus ojos brillado en forma extraña mientras miraban, continua y fijamente, en dirección a popa. Visto desde un balcón, todo el espectáculo hubiera resultado, sin duda, maravillosamente pintoresco. Pero a los hombres del bote les faltaba tiempo para comprenderlo y, de haberlo tenido, otras cosas hubiesen ocupado sus mentes.
Allá arriba, el sol giraba progresivamente en el cielo, y ellos sabían que era pleno día porque el color de pizarra del oleaje se había transformado en un verde esmeralda abigarrado con luces de ámbar, y la espuma era como un torbellino de nieve. El proceso del amanecer les era desconocido. Sólo se enteraban de este hecho a través del color de las olas que se precipitaban hacia ellos.
Fragmento del relato El bote abierto , de Stephen Crane , fallecido el 5 de junio de 1900.
El 5 de junio de 1898 nacía Federico García LorcaComentarios
El 5 de junio de 1910 fallecía W.S. Porter (O Henry)Rampa nº 5 ya en la red.
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