Friedrich Schiller

Wallenstein.- Verdad es que no debo mi mando ni a su benevolencia, ni a su afecto. Si abuso, mi abuso no es de confianza.
La Condesa.- ¿Afecto, confianza? ¡Tenían necesidad de ti! La necesidad, ese tirano exigente, que no se contenta con palabras huecas, ni con farsantes, que quiere obras, no apariencias, busca siempre el más grande y el mejor para confiarle el timón de la nave, aunque haya de elegirlo del populacho... Esa te confió este cargo. Y extendió por escrito tu nombramiento, puesto que largo tiempo, tan largo tiempo como le fue posible, se sirvió esa raza de almas de esclavos venales y de máquinas llenas de artificios... Pero cuando las cosas llegan al extremo, y es inútil la farsa, todo cae en las robustas manos de la naturaleza y de estos gigantes de la inteligencia, que sólo a sí mismos obedecen, que con nada transigen, y no admiten más imposiciones que las suyas, jamás las ajenas.
Fragmento de la obra La muerte de Wallenstein , de Friedrich Schiller , fallecido el 9 de mayo de 1805.
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