Christiane Rochefort
Los guardianes guardan, los veladores velan. La ciudad duerme. Al menor ruido de pasos una pequeña figura se esconde en un pedazo de sombra o bajo un esqueleto de auto. Por fortuna la ciudad está apenas iluminada salvo en las zonas fetales del centro o del norte. Tritón no tiene la menor intención de dirigirse a esos lugares. Va hacia el sur. Hacia el barrio universitario. Hacia la libertad.
Sí, es Tritón. Prefirió huir con su dolor a esperar una curación que podía no venir nunca y sí probablemente nuevos suplicios. Estaba desde hacía poco tiempo en la Casa, pero había oído hablar de otros castigos: la excisión (en caso de relaciones culpables con otras muchachas o sola) y el ensanchamiento (en caso de malformación). Cada uno de estos pensamientos despertaba sus sufrimientos, pero al mismo tiempo su deseo de vivir, de escapar. La huida había sido relativamente fácil, porque el caso de la fuga ni siquiera era considerado: las jóvenes, seleccionadas entre las mejores familias, estaban en la antecámara de la felicidad, en espera de la cual, toda otra preocupación que no fuese prepararse había sido proscrita. Las jóvenes eran dedicadas a los placeres más sanos y a los estudios más agradables; llegado el momento saldrían en los brazos de un hombre bien situado o con la seguridad de estarlo muy pronto y, en el caso de las particularmente dotadas, de un rango muy superior al suyo. Era una ambición exaltante y una oportunidad magnífica, ya que ni los hombres podían esperar cosa parecida, éstos subían de rango a fuerza de trabajo, la muerte de un superior o los apoyos, mientras que a ellas mujeres sólo les bastaba gustar. Todas habían pasado sus verdes años en ese dulce proyecto de alianza, por otra parte no era posible otro.
Fragmento de la novela Una rosa para Morrison , de Christiane Rochefort , fallecida el 24 de abril de 1998.
El 24 de abril de 1479 fallecía Jorge Manrique
El 24 de abril de 1980 fallecía Alejo Carpentier
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