Mariano José de Larra
Nada más común en aquel tiempo que estas combinaciones de piedras y ese lenguaje amoroso de jeroglíficos en motes, colores, empresas y lazadas. Un platero de Burgos había engarzado artísticamente, a ruego de Macías, en un mismo anillo aquellas seis piedras, cuya traducción había acertado tan singularmente Elvira por un presentimiento sin duda de su corazón. Había perdido la significación de una piedra, cosa nada extraña, no hallándose ella muy adelantada en el arte del lapidario; pero en cambio había entendido la equivocación del platero, que había significado la v con la b, inicial de brillante; ni el quid pro quo del platero ni el acierto de Elvira tenían nada de particular en un tiempo en que no sabían ortografía ni los plateros ni los amantes. El número, sin embargo, de las piedras, y la colocación de las conocidas, no dejaba la menor oscuridad acerca de la intención del que había mandado hacer la sortija.
Fragmento de la novela El doncel de Don Enrique el Doliente,
de Mariano José de Larra, que se suicidó el 13 de febrero de 1837.
Fragmento de la novela El doncel de Don Enrique el Doliente,
de Mariano José de Larra, que se suicidó el 13 de febrero de 1837.
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