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Al_andar

El chulla Romero y Flores

El chulla Romero y Flores El estupor petrificó al mozo en tímida posición uterina. Con vuelo alocado, brujo, una mancha redonda de luz rubricó en la página enlutada del patio, recorrió inquieta las paredes, hurgó por los rincones, saltó al tejado para caer con mano de arpista sobre las cuerdas mudas de la baranda del otro lado del corredor -hacia la derecha, hacia la izquierda- se metió cautelosamente... inmóvil, con la luz a los talones, Romero y Flores se sintió perdido... Tenía que hacer algo. ¿Qué? No era un sueño. Con violencia impuesta por la desesperación se estiró como pudo y lanzó hacia el punto luminoso su única arma, la piedra. De nuevo se hizo la oscuridad. El orgullo con el cual se infló momentáneamente por haber dado en el blanco le retuvo por breves segundos. Segundos fatales a la posible fuga. Entre maldiciones y palabrotas, sonó un disparo.

Fragmento de El Chulla Romero y Flores
del escritor ecuatoriano Jorge Icaza ,
autor de Huasipungo

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